Las reglas a las que se enfrentan organizaciones e individuos en la actualidad, han puesto en cuestión la primacía del marketing sobre el branding. La discusión ha calado tanto en el mundo empresarial que comienzan a surgir posturas extremas, las cuales insinúan sustituir el primero por el segundo, sin percatarse de que uno y otro forman parte de un todo.
El branding es erigir marcas que despunten en la sociedad. El signo positivo o negativo se conoce como reputación, e íntimamente, como emoción. La marca depende, en gran medida, de la contribución que hace al entorno, estableciendo y reafirmando valores que influyen en el pensamiento de una sociedad.
El marketing es construir negocios que funcionen en el mercado. La cara o la cruz se conocen como rentabilidad, y más individualmente, como razón. El negocio obedece, sobre todo, a la retribución que proviene del mercado, ofreciendo productos y servicios que satisfacen el interés de una demanda.
Ambos constituyen un recurso necesario para el funcionamiento óptimo de las actividades a desarrollar: el marketing permite obtener indicios para sobrevivir en un mercado, cuya respuesta implica la renta que sostiene a la empresa o el profesional; y el branding facilita las conexiones para subsistir en una sociedad, cuyo aporte respalda la cultura de la organización o el individuo.
No obstante, ninguno supone una garantía de estabilidad por sí mismo, e incluso, posibilitan situaciones que dan lugar a un conflicto social: el branding puede potenciar una visión ególatra capaz de dejar una huella que abre heridas en el resto de los individuos; y el marketing tiene capacidad para poner a alguien un precio, convirtiéndolo en una mercancía que cotiza en un escenario cifrado.
El choque parece inevitable, pero no lo es. Y aunque el branding adquiere una importancia significativa, cada cual debe ocupar un lugar en la balanza, pues resulta absurdo reemplazar uno por otro. Se trata de buscar el equilibrio con una elección ética y abierta al conocimiento, facilitando un escenario donde ambas disciplinas se nutran mutuamente en un balanceo constante para favorecer el intercambio, tanto del negocio como de la marca.
Fuente: Internet.